dissabte, 28 de novembre del 2009

LA DIGNIDAD DE CATALUNYA


El jueves 26 de noviembre de 2009 doce periódicos catalanes (Avui, Diari de Girona, Diari de Tarragona, Diari de Terrassa, Diari de Sabadell, El 9 Nou, El Periódico de Catalunya, El Punt, La Mañana, La Vanguardia, Regió 7 y Segre) publicaron de forma conjunta el siguiente editorial:

"Después de casi tres años de lenta deliberación y de continuos escarceos tácticos que han dañado su cohesión y han erosionado su prestigio, el Tribunal Constitucional puede estar a punto de emitir sentencia sobre el Estatut de Catalunya, promulgado el 20 de julio del 2006 por el jefe del Estado, rey Juan Carlos, con el siguiente encabezamiento: "Sabed: Que las Cortes Generales han aprobado, los ciudadanos de Catalunya han ratificado en referéndum y Yo vengo en sancionar la siguiente ley orgánica". Será la primera vez desde la restauración democrática de 1977 que el Alto Tribunal se pronuncia sobre una ley fundamental refrendada por los electores.
La expectación es alta. La expectación es alta y la inquietud no es escasa ante la evidencia de que el Tribunal Constitucional ha sido empujado por los acontecimientos a actuar como una cuarta cámara, confrontada con el Parlament de Catalunya, las Cortes Generales y la voluntad ciudadana libremente expresada en las urnas. Repetimos, se trata de una situación inédita en democracia. Hay, sin embargo, más motivos de preocupación. De los doce magistrados que componen el tribunal, sólo diez podrán emitir sentencia, ya que uno de ellos (Pablo Pérez Tremps) se halla recusado tras una espesa maniobra claramente orientada a modificar los equilibrios del debate, y otro (Roberto García-Calvo) ha fallecido. 

De los diez jueces con derecho a voto, cuatro siguen en el cargo después del vencimiento de su mandato, como consecuencia del sórdido desacuerdo entre el Gobierno y la oposición sobre la renovación de un organismo definido recientemente por José Luis Rodríguez Zapatero como el "corazón de la democracia". Un corazón con las válvulas obturadas, ya que sólo la mitad de sus integrantes se hallan hoy libres de percance o de prórroga. Esta es la corte de casación que está a punto de decidir sobre el Estatut de Catalunya. Por respeto al tribunal –un respeto sin duda superior al que en diversas ocasiones este se ha mostrado a sí mismo– no haremos mayor alusión a las causas del retraso en la sentencia. 

La definición de Catalunya como nación en el preámbulo del Estatut, con la consiguiente emanación de "símbolos nacionales" (¿acaso no reconoce la Constitución, en su artículo 2, una España integrada por regiones y nacionalidades?); el derecho y el deber de conocer la lengua catalana; la articulación del Poder Judicial en Catalunya, y las relaciones entre el Estado y la Generalitat son, entre otros, los puntos de fricción más evidentes del debate, a tenor de las versiones del mismo, toda vez que una parte significativa del tribunal parece estar optando por posiciones irreductibles. Hay quien vuelve a soñar con cirugías de hierro que cercenen de raíz la complejidad española. Esta podría ser, lamentablemente, la piedra de toque de la sentencia. 

No nos confundamos, el dilema real es avance o retroceso; aceptación de la madurez democrática de una España plural, o el bloqueo de esta. No sólo están en juego este o aquel artículo, está en juego la propia dinámica constitucional: el espíritu de 1977, que hizo posible la pacífica transición. Hay motivos serios para la preocupación, ya que podría estar madurando una maniobra para transformar la sentencia sobre el Estatut en un verdadero cerrojazo institucional. Un enroque contrario a la virtud máxima de la Constitución, que no es otra que su carácter abierto e integrador. 

El Tribunal Constitucional, por consiguiente, no va a decidir únicamente sobre el pleito interpuesto por el Partido Popular contra una ley orgánica del Estado (un PP que ahora se reaproxima a la sociedad catalana con discursos constructivos y actitudes zalameras). El Alto Tribunal va a decidir sobre la dimensión real del marco de convivencia español, es decir, sobre el más importante legado que los ciudadanos que vivieron y protagonizaron el cambio de régimen a finales de los años setenta transmitirán a las jóvenes generaciones, educadas en libertad, plenamente insertas en la compleja supranacionalidad europea y confrontadas a los retos de una globalización que relativiza las costuras más rígidas del viejo Estado nación. Están en juego los pactos profundos que han hecho posible los treinta años más virtuosos de la historia de España. Y llegados a este punto es imprescindible recordar uno de los principios vertebrales de nuestro sistema jurídico, de raíz romana: Pacta sunt servanda. Lo pactado obliga. 

Hay preocupación en Catalunya y es preciso que toda España lo sepa. Hay algo más que preocupación. Hay un creciente hartazgo por tener que soportar la mirada airada de quienes siguen percibiendo la identidad catalana (instituciones, estructura económica, idioma y tradición cultural) como el defecto de fabricación que impide a España alcanzar una soñada e imposible uniformidad. Los catalanes pagan sus impuestos (sin privilegio foral); contribuyen con su esfuerzo a la transferencia de rentas a la España más pobre; afrontan la internacionalización económica sin los cuantiosos beneficios de la capitalidad del Estado; hablan una lengua con mayor fuelle demográfico que el de varios idiomas oficiales en la Unión Europea, una lengua que en vez de ser amada, resulta sometida tantas veces a obsesivo escrutinio por parte del españolismo oficial, y acatan las leyes, por supuesto, sin renunciar a su pacífica y probada capacidad de aguante cívico. Estos días, los catalanes piensan, ante todo, en su dignidad; conviene que se sepa. 

Estamos en vísperas de una resolución muy importante. Esperamos que el Tribunal Constitucional decida atendiendo a las circunstancias específicas del asunto que tiene entre manos –que no es otro que la demanda de mejora del autogobierno de un viejo pueblo europeo–, recordando que no existe la justicia absoluta sino sólo la justicia del caso concreto, razón por la que la virtud jurídica por excelencia es la prudencia. Volvemos a recordarlo: el Estatut es fruto de un doble pacto político sometido a referéndum.

 Que nadie se confunda, ni malinterprete las inevitables contradicciones de la Catalunya actual. Que nadie yerre el diagnóstico, por muchos que sean los problemas, las desafecciones y los sinsabores. No estamos ante una sociedad débil, postrada y dispuesta a asistir impasible al menoscabo de su dignidad. No deseamos presuponer un desenlace negativo y confiamos en la probidad de los jueces, pero nadie que conozca Catalunya pondrá en duda que el reconocimiento de la identidad, la mejora del autogobierno, la obtención de una financiación justa y un salto cualitativo en la gestión de las infraestructuras son y seguirán siendo reclamaciones tenazmente planteadas con un amplísimo apoyo político y social. Si es necesario, la solidaridad catalana volverá a articular la legítima respuesta de una sociedad responsable"

dissabte, 14 de novembre del 2009

SABADELL ROMANA (I): LA VIA AUGUSTA


El actual término de Sabadell, con aproximadamente unos 38 km2 de superficie, está vertebrado por el eje central del río Ripoll, que ha configurado a lo largo del tiempo unas terrazas superiores fértiles a ambos lados de su orilla, donde se han instalado grupos humanos ya desde la prehistoria.

Es en estas llanuras y suaves crestas paralelas al cauce del Ripoll, donde se encuentran emplazados los asentamientos romanos, visigodos y altomedieval, especialmente a lo largo de la sierra de Sant Iscle o sierra de la Salud en el lado de levante, ya lo largo de la sierra o cordillera de Can Feu a poniente del término.

De esta manera, y en cuanto al periodo romano inicial podemos constatar en Sabadell el paso del principal trazado de la vía romana que unía Roma con Cádiz, la famosa Via Augusta. Esta vía del interior puede ser fechada, en su trazado primigenio, en la época republicana, aunque se detecta una profunda y sistemática remodelación de todo su recorrido llevada a cabo por el emperador Augusto, en un contexto de reestructuración territorial amplio, que se ha datado en el decenio 16 / 6 aC.

En su recorrido al paso por el Vallès, esta vía enlazaba, según las fuentes itineraries, tres o cuatro mansiones diferentes: Semproniana y Praetorium (identificadas en la zona de la actual Granollers / Parets y La Roca del Vallès), Arragone (identificada en Los alrededores del santuario de la Virgen de la Salud de Sabadell) y Ad Fines (identificada en la actual Martorell). Así, en cuanto al tramo concreto que cruza el territorio del Vallés, este sabemos que vendría de Sant Celoni, por Llinars y La Roca, pasando por Parets, Sabadell, Sant Quirze, Ca n'Ametller / Sant Llorenç de Fontcalçada en Sant Cugat , sur de Rubí y Castellbisbal, para ir a cruzar el río Llobregat por el puente del Diablo en Martorell. Sin embargo, se desconoce por donde discurría físicamente gran parte de este trazado, ya que no disponemos, por ahora, de ningún tramo conservado o, cuando menos, identificado con certeza.

Así pues, según este itinerario ha sido posible plantear el paso de esta vía para la actual ciudad y término de Sabadell, atravesando longitudinalmente de este a oeste el término municipal y cruzando justo por medio del actual núcleo urbano. Esta vía pasaría por la villa romana de la Salud, bajando desde la sierra de Sant Iscle, cruzaría el río Ripoll en el lugar del puente de la Salud y sube por la orilla derecha hasta alcanzar el plano donde se emplaza la actual ciudad de Sabadell.

Los primeros restos que se identificaron en Sabadell atribuibles a este tramo de la vía Augusta fueron localizadas tras las riadas del año 1962, en el margen de la orilla derecha del río Ripoll pasado el puente de la Salud, a escasos metros del portal de la planta baja del molino de Torrella. En este punto el efecto de las riadas dejó al descubierto la secuencia estratigráfica en sección del camino de Caldes, donde había varias capas o niveles superpuestos. En el nivel más inferior, sobre la tierra virgen, había un espesor de pavimento de picaduras, construido con mortero y pequeños fragmentos de cerámica de época romana, entre ellos trozos de tegulae y de dòliums.

Posteriormente, en 1999, con la realización de una intervención arqueológica puntual la orilla izquierda del río Ripoll en el lugar del paso del antiguo camino de Caldes, se localizó por debajo de los niveles del camino un gran recorte antrópico con una consistente preparación de cantos rodados en su interior. Estos restos han sido propuestas como posibles vestigios del rudus inferior de un deteriorado tramo de la vía romana a su paso por el río Ripoll mediante vado. Hay que tener en cuenta que estos restos se encuentran localizadas entre lo que sería el tramo de bajada de la villa romana de la Salud y el tramo de subida al plan de Sabadell.

(Texto extraido de la pàgina web de la Oficina del Patrimonio del Ayuntamiento de Sabadell)